La angustia es como el frío: una vez que se te metió adentro, no hay cómo sacarla.
¨Me llamo Isabel, y durante algo más de cuatro años fui feliz¨, diría, si tuviera que presentarme en un grupo de autoayuda para gente que acaba de perderlo todo.
Tengo todos los aparatos prendidos. Han pasado ocho horas de la desaparición del avión en la cordillera, y los medios de comunicación asumen lo peor. Y peor que eso son las redes sociales. Tendría que apagar la computadora, pero sé que la primera información que exista, llegará por ese medio. ¿El precio? Los centenares de chistes sobre la suerte de los pasajeros.