lunes, 10 de septiembre de 2012

Algo muy grave va a suceder en este pueblo

Por Gabriel García Márquez

Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde:


-No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo.

Ellos se ríen de la madre. Dicen que esos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice:


-Te apuesto un peso a que no la haces.


Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Contesta:


-Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo.


Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mamá o una nieta o en fin, cualquier pariente. Feliz con su peso, dice:

-Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto.


-¿Y por qué es un tonto?


-Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo. 


Entonces le dice su madre:


-No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen.


La pariente lo oye y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero:


-Véndame una libra de carne -y en el momento que se la están cortando, agrega-: Mejor véndame dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado.


El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice:


-Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas.


Entonces la vieja responde:


-Tengo varios hijos, mire, mejor deme cuatro libras.


Se lleva las cuatro libras; y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo, en el pueblo, está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice:


-¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo?


-¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!


(Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.)


-Sin embargo -dice uno-, a esta hora nunca ha hecho tanto calor.


-Pero a las dos de la tarde es cuando hay más calor.


-Sí, pero no tanto calor como ahora.


Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz:


-Hay un pajarito en la plaza.


Y viene todo el mundo, espantado, a ver el pajarito.


-Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan.


-Sí, pero nunca a esta hora.


Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.


-Yo sí soy muy macho -grita uno-. Yo me voy.


Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen:


-Si éste se atreve, pues nosotros también nos vamos.


Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo.


Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice:


-Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa -y entonces la incendia y otros incendian también sus casas.


Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando:


-Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron que estaba loca.

2 comentarios: