miércoles, 28 de marzo de 2012

28/03/2012 - La muerte y la inmortalidad

Por Paul O'Callaghan


El contenido y el significado de la muerte humana se esclarecen en buena medida a partir de la inmortalidad que el hombre espera y proyecta más allá de la muerte. El hombre resiste la muerte con vehemencia no sólo por la natural repugnancia que experimenta ante el sufrimiento, ante la degradación de la vida terrena que precede el trance final, sino más bien por la profunda aspiración que experimenta hacia la inmortalidad, hacia el quedarse para siempre, sentimientos que se desvanecen ante la invasora destrucción que supone la muerte. En el soliloquio To be or not to be, el Hamlet de Shakespeare habla de aquel «pavor de un algo después de la muerte. Una tierra no descubierta, desde la cual ningún caminante ha podido volver». «Y si yo temo el morir», decía Nicolas Malebranche, «esto es porque sé bien lo que voy a perder, y no sé nada de lo que tendré». Toca a la muerte «cambiar la vida en destino», observaba André Malraux.
«No tengo miedo a la muerte», decía en un ocasión el escritor Jorge Luis Borges. «He visto morir a muchas personas. Pero tengo miedo a la inmortalidad. Estoy cansado de ser Borges». Así el autor del cuento reencarnacionista El Inmortal dio expresión gráfica a una experiencia común de todos los tiempos. Esta misma intuición la han tenido los grandes filósofos de la inmortalidad, Platón y san Agustín. Platón llamó a la inmortalidad un «terrible peligro». Y san Agustín dijo que «una vez que hayas llegado a saber que eres inmortal —¿estás seguro que eso te basta? Eso será algo grande; pero para mí no es suficiente» En efecto, el “evento” de la muerte, como tal, puede presentarse como algo relativamente transitorio: doloroso, quizás por ser desconocido; problemático, sobre todo porque introduce al hombre en su destino final. Pero la muerte es más que ese evento. Por un lado, con la muerte se da comienzo a una posible plenitud inmortal que el hombre anhela profundamente (o a un vacío imperecedero, que teme con todo su ser), y por el otro lado la misma muerte parece mofarse de este deseo y promesa. Con todo, el destino último del hombre, su inmortalidad, la que sea, es el horizonte que da sentido a su vida terrena y mortal, y por ende a su muerte, que se hace presente como una frontera entre esta vida y la del más allá. Dicho de otro modo, ni la muerte ni la vida terrena se explican por sí solas; son comprendidas en plenitud sólo a la luz de aquella vida inmortal, de gracia o de desgracia, de plenitud o de vacío, que al hombre le espera después de muerto. Es decir: el significado de la muerte se revela a la luz de aquella inmortalidad que el hombre proyecta y espera.

1 comentario:

  1. Dependiendo de como hayan sido nuestros actos en vida ,la muerte tan solo es un trapaso del alma a un espacio donde estaremos en un lugar mejor o peor donde tendremos toda una inmortalidad para arrepentirnos o disfrutar de ella.

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